El Museo
Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) cumple 240 años. Para mí es un
hecho a tener en cuenta dada su relevancia histórica y científica. Pero sobre
todo lo es porque el Museo es posiblemente una de las principales influencias
que me llevaron a estar donde estoy profesionalmente. Valgan estas letras como
homenaje a esa aportación…
Mi relación con la institución comienza temprano,
como público, cuándo lo visitaba a menudo con la familia siendo un crio. De esa
época guardo algunos de mis primeros recuerdos del mundo de las ciencias
naturales. Aquellos dioramas de escenas de naturaleza casi centenarios (o sin
casi), las grandes rocas de calcita y sal naranja, las representaciones de
homínidos, los huesos del megaterio, el enorme mamut… Parte de lo que estaba
aún sigue expuesto, y el resto ha dejado paso a nuevas maravillas de la
naturaleza. Así, entre esqueletos, fósiles y minerales, el Museo se convirtió
por derecho propio en una parte de mi imaginario. Pero no solo por la
huella que me dejó siendo un niño, sino porque nunca terminó de salir de mi
vida ni de mi mente, a pesar de que durante un tiempo calló un poco en el cajón
de los recuerdos…
Y es que pasados los años, coincidiendo con el
periodo universitario, volvió a ocupar el lugar destacado que se merecía. Fue
durante la fase final de mi formación como biólogo. Allí, en su biblioteca, a
la que se llegaba pisando un viejo y chirriante suelo, hice mis primeras
búsquedas bibliográficas. Peinando aquellos archivadores de madera con cientos
o miles de fichas de revistas científicas, para localizar los artículos que
ayudarían a rellenar mis trabajos universitarios y, sobre todo, mi tesina de
grado. También allí, sostuve entre mis manos y por primera vez un ejemplar
original de la famosa y magna obra que coloquialmente llamamos El Cramp en el
mundillo de los pájaros (algo así como sostener una primera edición del Quijote).
En sus ya viejos, pero funcionales ordenadores, inauguré mi toma de contacto
con los buscadores informatizados de documentación, para los que casi había que
saber programación si se quería sacar algún provecho. Volví locas a las/los
bibliotecarias/os (discúlpeme Sr. Pérez-Reverte) pidiendo todo tipo de
referencias, y gasté pesetas a raudales en las fotocopiadoras de monedas. Me
perdí entre sus salas y despachos, y tuve la oportunidad de conocer parte de su
impresionante y maravillosa colección de insectos (a Isabel se lo debo). Para
un tiempo después, y ya como biólogo de facto buscándome las castañas,
descubrir a grandes investigadores y mejores personas que, pese a su breve paso
por mi vida, dejaron importantes herencias formativas (gracias Luisma por
confiar).
Aun hoy, pese a que llevo unos cuantos año sin
pisarlo por la distancia, me vienen a la cabeza de forma recurrente recuerdos y
sensaciones de todos estos momentos. Y aunque no terminé dedicándome a la
investigación (hago mis pinitos de forma amateur), nunca he dejado de seguir
los trabajos de sus magníficos profesionales, que enriquecen con sus
investigaciones mi actividad diaria haciéndome con cada lectura un poco mejor.
Ellos fueron, son y serán el Museo. A tod@s, gracias.
PD: No sé si mucha gente lo sabe, pero el MNCN es una de las primeras
instituciones en investigación dentro de su disciplina en España. Y es, por
historia, fondos y colecciones, unos de los principales museos de ciencias
naturales del mundo, aunque no siempre pueda expresarlo y exponerlo
adecuadamente. Tampoco sé si mucha gente sabe que el MNCN iba a ocupar el
actual espacio del Museo del Prado, dada la importancia que se le otorgaba en
aquellos momentos. Bastante más que hoy en día. No pudo ser y lo tenemos donde
está ahora, en el Palacio de las Artes y la Industria. Algo chico para tanto
conocimiento, que amenaza con hacer explotar las paredes. Esperemos que en
algún momento, algún Gobierno, lo coloque donde se merece su relevancia
histórica y científica. Hasta ese día, animo a todo aquel que haya leído esto
hasta el final a indagar más en la historia de la institución a través de su web. Quizás
aprendamos a quererlo un poco más...
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