2/10/13

RESTAURACIÓN Y GESTIÓN ECOLÓGICA FLUVIAL. UN MANUAL DE BUENAS PRÁCTICAS DE GESTIÓN DE RÍOS Y RIBERAS


La activa y cañera gente del Centro Tecnológico Forestal de Cataluña, junto con la editora académica portuguesa ISA Press, han sacado recientemente un interesante manual de restauración fluvial, enmarcado dentro del proyecto europeo RICOVER, que merece ser tenido como documento de consulta referente. 

Creo que la introducción que realizan en el texto refleja convenientemente la filosofía, enfoque y alcance de este Manual, así que os la transcribo bajo estas líneas.  Que os sea útil y le de deis mucho uso. 


"La terminología sobre restauración fluvial no está exenta de dispersión, y ha recibido varias influencias a lo largo de los años conforme a la perspectiva del área científica y el encuadramiento de actividades en la que se inserta, como, por ejemplo, obras de ingeniería de estabilización de márgenes o actuaciones de conservación para cada especie.

Jordan et al. (1987) definió restauración ecológica como la recreación de comunidades de organismos muy similares a los que existen naturalmente. Por otra parte, Frissell et al. (1997) considera restauración como el acto de minimizar las perturbaciones humanas sobre el desarrollo de los patrones naturales de la biodiversidad. En la perspectiva de Wohl et al. (2005), restauración fluvial es distinto de restauración ecológica fluvial, definiendo restauración como una forma de auxiliar, mejorar y establecer los procesos hidrológicos, geomorfológicos y ecológicos en un sistema de cuenca hidrográfica degradada, substituyendo la pérdida o el riesgo de elementos que pertenecen al sistema natural, y restauración ecológica fluvial como la recuperación de la integridad ecológica de un sistema hidrográfico a través del restablecimiento de los procesos necesarios que sustentan los ecosistemas naturales en una cuenca hidrográfica. Estos autores consideran que la definición de restauración deja espacio para la subjetividad con relación a los valores sociales a los que se refiere al término “mejorar”, pudiendo incluir la protección de la propiedad, objetivos estéticos, paisajísticos y de recreo. Siempre que los valores sociales impiden con frecuencia la restauración “total” de la estructura y función de los ecosistemas, el término rehabilitación (utilizándose también el de recalificación) es muy a menudo diferenciado del de restauración (figura 1).

Las dos corrientes de definiciones más extremas son: i) las que representan una perspectiva ecocéntrica, de objetivos exclusivamente ambientales, que consideran las actividades humanas como secundarias y necesariamente sujetas a los objetivos del buen funcionamiento del ecosistema; y ii) las que representan una perspectiva antropocéntrica, considerando las actividades humanas como prioritarias, efectuando la restauración con el objetivo de protegerlas o favorecerlas, sin embargo, con preocupaciones de “naturalidad”. La primera corriente estaría representada por la Directiva Marco del Agua (Directiva 2000/60/ EC), que subordina la restauración a los objetivos ambientales de obtención de la “buena conservación del ecosistema fluvial” (Pollard y Huxham, 1998) y la segunda, por la ingeniería natural, que auxilia las obras de ingeniería civil fluvial haciéndolas más respetuosas desde el punto de vista ambiental. Entre ambas, y conforme a los objetivos de intervención en el medio acuático y la posibilidad de que aquéllas se efectúen en función de los usos humanos, podemos encontrar todas las alternativas (Fig. 1).


Así, muchas veces, en el lenguaje de la gestión fluvial restauración se refiere a soluciones inmediatas que implican desde la estabilización de márgenes hasta actuaciones de ingeniería de hábitats para peces en escala de tramo, pasando por la manipulación de los procesos de los ecosistemas a nivel de cuenca. O sea, la restauración ecológica fluvial, debe incluir la rehabilitación, en la medida en que enfoca las causas de la degradación del sistema, a través del restablecimiento potencial de procesos y en la substitución de elementos funcionales en vez de tratar los síntomas para alcanzar una determinada condición.

La restauración ecológica asume que muchas de las presiones que degradan los ecosistemas son temporales, y que la pérdida de hábitats y el declive de poblaciones son recuperables. Sin embargo, la extinción de especies es irreversible y existe la probabilidad de que no se logre recuperar gran parte de los hábitats perdidos. De esta forma, la restauración ecológica pretende reparar lo que puede ser reparado y asegurar la sostenibilidad de los hábitats y de las poblaciones supervivientes, independientemente de que hayan sido amenazadas anteriormente (Young, 2000). 

Todas estas definiciones incorporan el objetivo de restaurar el potencial ecológico de comunidades y ecosistemas que sufrieron presiones causadas por las actividades humanas para, así, mejorar la integridad ecológica de las zonas degradadas, conservar la diversidad biológica y mitigar la pérdida de ecosistemas. De hecho, la degradación de los ecosistemas fluviales y la pérdida de biodiversidad acuática ha sido una constante y está bastante extendida a nivel mundial. En este momento, merced a un marco legislativo ambiental cada vez mejor estructurado y exigente, el concepto de restauración ecológica es aceptado por el poder público y por las distintas partes interesadas como un complemento esencial para la conservación y gestión de los recursos naturales (Wohl, et al., 2005). En los últimos años se observa un crecimiento de las actividades de restauración acuática y ribereña traducido en enormes costes, sin que sea muy clara la eficacia de estas inversiones en función de los objetivos propuestos (Choi, 2004), siendo evidente que la mayoría de los esfuerzos no produce mejorías ambientales relevantes (Feld et al., 2011) o ni siquiera monitorizadas.

Muchos de esos fracasos se deben al hecho de que los proyectos de restauración se centren apenas en la gestión de una sola especie o en las características de los hábitats en lugar de centrarse en todo el ecosistema (Frissell et al., 1997). Otros casos de fracaso se refieren a actuaciones que no resuelven todas las presiones existentes y, por lo tanto, no son completamente exitosas. La restauración fluvial tiene mayor posibilidad de éxito cuando respeta a varias especies y a la prevención de la desaparición de otras, y cuando tiene en cuenta la cuenca hidrográfica y el contexto del ecosistema en que cada actuación individual es implementada (Palmer et al, 2005). El porcentaje de actuaciones de restauración monitorizadas, o monitorizadas durante un número suficiente de años, es todavía pequeño, lo que dificulta el análisis de las respuestas biológicas y, por lo tanto, la incorporación de actuaciones complementarias. Finalmente, es todavía incipiente la relación entre el acto de restaurar y el de gestionar el ecosistema, cuando ambos son complementarios e indisociables. La restauración ecológica requiere el mantenimiento de los corredores fluviales y su gestión posterior, mientras que la gestión continuada de corredores fluviales evitaría la necesidad de muchas actuaciones de restauración. En conclusión, es necesario definir de forma científicamente adecuada y consecuente los objetivos de restauración, con definición de metas y de objetivos claros y factibles (Wyatt et al., 1995; Choi, 2004), pues muchos objetivos tienen rasgos de ingeniería y presuponen una trayectoria previsible, no contando con la naturaleza imprevisible del acontecer ecológico. Existen muchos proyectos de restauración en funcionamiento en los que falta la inclusión de un modelo conceptual sólido de ecosistemas fluviales, el reconocimiento de interacciones múltiples, a escala temporal y espacial de las respuestas de estos sistemas, y la monitorización constante del éxito o de los fracasos en el alcance de los objetivos después de su implementación (Gregory et al, 1991; Pedroli et al., 2002). Se trata, de hecho, de un proceso de planeamiento sistemático (Hermoso et al., 2012) que incorpora aspectos ecológicos y económicos en la búsqueda de la eficacia de ambos (Beechie et al. 2008). De hecho, el planeamiento de las actuaciones de restauración no puede disociarse de la previsión de su eficacia frente a la retirada de las presiones detectadas, incluyendo el horizonte temporal, y los costes generados. La mayoría de estas actuaciones de restauración sirven como respuesta a varias presiones, y por eso es necesario agregar y prever las presiones e identificar las actuaciones que responden a un mayor número de estas y de forma más relevante, en un contexto de viabilidad económica y ejecutiva (figura 2). 

La restauración fluvial es un proceso de planeamiento holístico, con proyectos de costes tendencialmente ilimitados, que parte de factores múltiples y de causalidad probabilística difícil de calcular (presiones humanas y sus efectos), y que necesita, por lo tanto, una metodología de optimización ecológica y económica definida por la eficacia calculada y con límites impuestos por los costes y por la ejecutabilidad de los proyectos. Estamos todavía muy lejos de la deseable práctica de esta metodología de optimización y eficacia.

El presente libro pretende desarrollar recomendaciones y contribuir con ejemplos para la mejora: i) de la monitorización de actuaciones de restauración, de forma que sea conocida y planificada la gestión de las actuaciones de recuperación; ii) del proyecto y del planeamiento de la restauración, sus objetivos y necesidades, sus condicionantes y su ejecución; iii) de la optimización de las actuaciones de restauración (cuándo, en qué momento y con qué costes); y iv) de la conservación física, mantenimiento y gestión adaptativa del proceso de restauración y gestión de los corredores fluviales."

  • Camprodon, J; Ferreira, M.T. & Ordeix, M. (Eds.) 2012. Restauración y gestión ecológica fluvial. Manual de buenas prácticas de gestión. Centre Tecnològic Forestal de Catalunya e ISA Press. Solsona. 390 p. [PDF]

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